Cerca de un millón de personas carece de agua segura para beber, 2.600 millones carecen de acceso a saneamiento y 2.500 millones de acceso a formas modernas de energía. Las proyecciones recientes indican crecientes demandas de agua, energía y alimentos, y predicen consecuentes presiones sobre los ecosistemas.
Estas tendencias transmiten un claro mensaje: la manera en que los países aborden la seguridad hídrica, energética y alimentaria repercutirá notoriamente en el crecimiento económico, el bienestar humano y el ambiente en el que vivimos y del cual dependemos.
La disponibilidad de agua en calidad y cantidad suficiente está en el corazón de esta crisis, siendo un gran cuello de botella para el desarrollo sustentable.
La disponibilidad de agua subyace la producción de alimentos y energía. A nivel mundial, el 70% del agua dulce extraída está siendo usada en la agricultura, lo que significa que la producción de alimentos es altamente sensible a los cambios en la disponibilidad y calidad de agua. El sector industrial es el segundo mayor consumidor de agua a nivel global, siendo el sector energético responsable del 80% del volumen total utilizado por la industria. Por otra parte, por ejemplo, la provisión de energía suficiente y estable es vital para el abastecimiento de agua y saneamiento así como la producción de alimentos. Es claro entonces que los tres temas están íntimamente relacionados entre sí.
Nos encontramos hoy día en un punto crítico para garantizar la seguridad hídrica, energética y alimentaria para toda la humanidad. Para no comprometer los servicios que la naturaleza nos brinda se requieren soluciones que identifiquen las oportunidades compartidas, asignando al agua el lugar primordial que tiene y considerando la estrecha interrelación entre los distintos sectores.
Fuente: Perfil temático, Conferencia de Bonn 2011